Muchas gente se siente triste en su vida , intuyen que algo falla, no saben por donde tirar o que hacer pero no encuentran explicación , aparentemente su vida es normal , pero algo falla.
El instinto nos lleva siempre a nuestro verdadero yo , pero no le hacemos caso la mayoría de la veces, quizás porque llevamos mucho tiempo viviendo el mismo patrón y no conocemos otra cosa, por miedos , culpas .. nunca se sabe , pero el instinto, si sabemos escucharle nos lleva siempre a nuestro verdadero yo a lo que de verdad queremos sin remilgos, a esa parte de nosotros mismos que grita, este soy yo, pero muchas veces no sabemos como hacerlo para salir de lo que estamos viviendo por costumbre, porque es lo que hay que hacer, por que creemos que es lo correcto, porque pensamos, que pensarán de mi .... , como voy a cambiar ahora y otras muchas porque no queremos cambiarlo.
Y otras como en la fabula hay una causa externa que nos lleva a descubrir que somos.
Si de verdad quieres ser tu mismo escucha tu instinto y lucha por ser tu mismo.
" Escucha tu instinto y déjate llevar "
Feliz día y Besitos de Chocolate.
El águila que creía ser una gallina
"Un pastor que vivía en una cabaña
cerca de un bosque y a cierta distancia de una montaña, tenía un corral con
gallinas y un rebaño de cabras.
Aquel año hubo una gran sequía, con lo cual
la mayor parte de la hierba desapareció. Por esa razón, el pastor decidió
llevar sus cabras a lo alto de la montaña, donde probablemente al haber más
humedad, encontraría algo de hierba tierna para sus animales. Así lo hizo y,
después de un largo caminar, llegó junto a la cima de la montaña. Allí sus
animales pastaron durante unas horas, hasta que fue cayendo la tarde y el
pastor decidió volver de nuevo a la cabaña donde vivía.
Bajaba entre las piedras con su rebaño
cuando vio frente a él algo grande, que en seguida reconoció como un nido de
águilas. Al acercarse observó que en el interior había dos polluelos, uno de
los cuales se había matado al desprenderse el nido de la roca en la que se
encontraba. El otro polluelo, aunque algo se movía, parecía estar gravemente
herido.
Al pastor no le gustaban nada las
águilas porque las tenía por enemigas. en alguna ocasión habían atacado a sus
cabras e, incluso, se habían llevado a alguna de sus gallinas. No obstante,
llevado por la lástima, el pastor se agachó, cogió con delicadeza el polluelo
herido y lo llevó a su cabaña. Allí lo curó como pudo y empezó a alimentarlo
con pequeños trocitos de carne, mientras dejaba que la naturaleza hiciera el
resto. El animal se recuperó por completo y empezó a crecer y crecer hasta que
se convirtió en un magnífico ejemplar adulto de águila.
A partir del momento en el que el águila
se hizo adulta, las cosas empezaron a cambiar. El pastor, que inicialmente se
sentía tan orgulloso por lo que había hecho, empezó a sentirse cada vez más
inquieto con la presencia de aquel animal. De alguna manera, no lograba evitar
que imágenes cargadas de emoción le vinieran a la cabeza y le recordaran lo que
animales como aquél habían hecho con sus cabras y sus gallinas.
Un día, el pastor llegó a una decisión,
la de abandonar el animal en el bosque, pensando que sin duda la naturaleza se
ocuparía de nuevo en ayudarlo a sobrevivir. Tres veces llevó el pastor el
águila al bosque y tres veces el águila le siguió dando pequeños saltitos en el
suelo.
No sabiendo ya qué hacer para deshacerse
del animal, el pastor pensó y pensó hasta que se le ocurrió la más absurda de
las ideas: metería el águila en el corral con sus gallinas.
Cuando las gallinas vieron entrar en el
corral a ese animal al que tanto temían, se adentraron despavoridas en la
pequeña caseta en la que se refugiaban. Pronto se dieron cuenta del extraño
comportamiento de aquel animal, que permanecía quieto y solo, y se fueron
acostumbrando de forma progresiva a su presencia en aquel lugar.
Los años fueron pasando y aquella águila
se acostumbró a vivir como una gallina. Comía lo mismo que comen las gallinas,
se movía como las gallinas e incluso aprendió a emitir los mismos sonidos que
emiten las gallinas.
Estaba la situación así, cuando pasó por
aquella región un naturalista que estaba haciendo un estudio sobre las águilas
de aquella región y, al pasar junto a la cabaña del pastor, contempló,
incrédulo, el espectáculo que se ofrecía: ni más ni menos que un águila
conviviendo con las gallinas. Corriendo, golpeó con fuerza la puerta de la
cabaña del pastor, el cual al oír los ruidos abrió sobresaltado.
- ¿Quién es usted, qué es lo que quiere?
- Le ruego que me perdone, soy un
naturalista que me dedico al estudio de las águilas y he visto algo inaudito,
un águila viviendo entre las gallinas.
El
pastor comprendió perfectamente la causa de la sorpresa de aquel investigador
y, después de invitarle a entrar en su cabaña, le explicó la historia de cómo
la encontró, la curó y la crió entre las gallinas.
El
naturalista escuchaba absorto la historia, hasta que algo le
"sacudió" bruscamente, algo aparentemente inocente, ya que fue sólo
un sencillo comentario que hizo el pastor.
-
Verá, amigo mío, el animal ha vivido tanto tiempo entre gallinas que ya no me
queda la menor duda de que, aunque su forma siga siendo de águila, en su
interior no es ya nada más que una gallina.
-
De verdad que lo siento, pero no puedo estar más en desacuerdo con lo que acaba
de decir - contestó el naturalista.
El
pastor se sintió tal vez un poco agraviado porque quizás considerara que nadie
conocía tan bien a aquel animal como él.
-
Si está convencido, ¿por qué no me lo demuestra sencillamente haciendo que
vuele?
El
naturalista se fue al corral, cogió el águila e hizo lo primero que se le
ocurrió, que fue lanzarla por los aires gritando "¡vuela!". El animal
cayó pesadamente y se escondió en el interior del corral. El pastor hizo una
mueca irónica, aunque ello no hizo que el naturalista se diera por vencido.
Entonces,
empezó a mirar a su alrededor como si buscara algo, hasta que se fijó en que a
unos metros de allí había una escalera. Se acercó, la cogió y la apoyó en una
de las paredes de la cabaña del pastor. Entró de nuevo en el corral, agarró el
águila y subió con ella por la escalera hasta llegar al tejado.
Desde
allí, lanzó el águila por los aires diciendo "¡vuela!". El pobre
animal se precipitó como una bola de plumas contra el suelo y se quedó unos
instantes aturdido. En cuanto recuperó su compostura, rápidamente se escondió
en el interior del corral.
El
pastor dijo entonces: - Si sigues así vas a matar a mi gallina.
Por
alguna razón, y a pesar de todas la evidencias en contra y de todas las
críticas de aquel pastor, el naturalista tenía una absoluta certeza en que el
espíritu de un águila jamás muere y, por eso, a pesar de todo, no se dio por
vencido.
De
repente, algo en el horizonte captó su atención.
-
¿Qué es aquello que se ve al fondo?
-
Es el pico de la montaña donde encontré el águila cuando se desprendió el nido,
¿por qué?
-
Porque la voy a llevar allí, donde ella nació, tal vez pueda así recordar sus
orígenes y se dé cuenta de que puede volar.
-
Tú estás loco, eres un insensato incapaz de darte por vencido. ¿Acaso no has
tenido suficientes evidencias de los absurdo de tu teoría, de esa estupidez de
que el espíritu de un águila nunca muere?
El
naturalista no se defendió, simplemente actuó. Entró de nuevo en el corral,
cogió el águila y empezó a caminar con la vista puesta en el pico de aquella
montaña. El pastor, sin entender muy bien por qué y viendo que caía la noche,
cogió una linterna y les siguió. Durante toda la noche estuvieron subiendo por
la montaña sin que el naturalista supiera qué hacer para despertar el espíritu
dormido del águila.
Cuando
llegaron al pico de la montaña, donde el águila había nacido, empezó a amanecer
y entonces el naturalista observó algo curioso: el águila apartaba la mirada
del sol. Sin saber muy bien por qué, agarró el pescuezo del animal y lo obligó
a mirar al sol. En ese momento, el águila hizo unos extraños movimientos, abrió
unas espléndidas alas y se puso a volar. Aquel día el águila recordó quién era
en realidad y recuperó su verdadera identidad, que no era de gallina, sino de
águila."