15 oct 2014

Esclavos del tiempo


¡¡Hola!!¿Que es el tiempo? 

Aristóteles decía que el tiempo no existe, solo es la medición de un cambio que opera ... El tiempo por tanto existe mientras las cosas cambian





Frases como " No tengo tiempo para..." ." Se me pasa el tiempo volando",  "si tuviera mas tiempo...."  las oímos a diario . 


Vemos como avanzan las horas , minuto y segundos,  el tiempo es  igual que la vida  movimiento . 

Muchas veces sentimos que nos controla porque no podemos hacer las cosas que queremos,sin embargo cada minuto es igual para todos, y podemos elegir entre ser esclavos del tiempo o sus amos , el tiempo es nuestra posesión personal , todos los días se pone el cronometro en marcha y nosotros decidimos el uso que le damos .

El tiempo solo le mueve hacia adelante, y mucha veces nos olvidamos de avanzar hacia adelante, pensando en el pasado,viejos recuerdos, decepciones, cosas que podrían haber sido y no son, amontonando archivos en nuestra consciencia  que vamos abriendo.
Cada uno de nosotros puede decidir si  utiliza el tiempo para anclarse en el pasado o avanzar en el tiempo. 

A veces nos liberamos del pasado y construimos sobre el futuro que ni siquiera ha llegado . 
No tenemos manera de saber que va a suceder en los próximos minutos, no tenemos garantías , así que hagamos uso del tiempo presente , que para eso es , Aquí y ahora. 

Tienes el tiempo entre tus manos y decide que haces con el , cada día el contador de los minutos se pone en marcha , decide que haces con el. 


Esta vez en vez de poneros un cuento , os voy a poner una entrevista a un Touareg que leí hace poco , que no tiene desperdicio. Espero que os guste a mi me pareció sensacional.



Feliz día y besitos de Chocolate.

Bel


Entrevista a un Touareg

Tú tienes el reloj, yo tengo el tiempo

No sé mi edad. Nací en el desierto del Sahara, ¡sin papeles!

- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?

- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.
- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?

- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba. Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre. Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!

- ¿Sí? No parece muy estimulante.
- Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas. Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.

- Saber eso es valioso, sin duda.

- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!

- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?

- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!

- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?

- Vi correr a la gente por el aeropuerto. ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro.

- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja.

- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer? me pregunté. Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida. Vi correr el agua y sentí ganas de llorar.

- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?

- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...

- ¿Tanto como eso?

- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.

- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?


- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...

- ¿Y lo logró?.

- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.

- ¡Un tuareg en la universidad!

- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas; allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra. Aquí, por la noche, miráis la tele.

- Sí. ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?

- Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa. En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!

- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.

- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...

- Fascinante, desde luego.

- Es un momento mágico. Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor. La calma nos invade a todos, los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor.

- ¡Qué paz!

- Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.




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